Mar. Abr 16th, 2024
Lula da Silva y su ministro de Derechos Humanos, el filósofo Silvio Almeida, el día de la toma de posesión de ambos, 1 de enero pasado en Brasilia.SERGIO LIMA (AFP)

In a Gobierno plagado de viejas glorias y Veteranos, hombres y mujeres que llevan décadas en primera línea de la política brasileña, el más emocionante discurso inaugural, que probablemente quedará registrado, lo pronunció uno de los pocos ministros novatos. El filósofo Silvio Almeida, de 46 años, académico que ha asumido la sobria investigación del racismo estructural y la docencia para dirigir el Ministerio de Derechos Humanos. “Permítanme que empiece con lo obvio porque fue negado Durante los últimos cuatro años. Trabajadoras y trabajadores de Brasil, existís y se important par nosotros; mujeres de Brasil, existís y sois important par nosotros; hombres y mujeres negros de Brasil, existís y sois important para nosotros…”, proclamó como en una letanía.

En su poderoso discurso, el ministro dijo a otros colectivos atacados por el ultraderechista Jair Bolsonaro, de 67 años: los pueblos indígenas, las lesbianas, los gays, los bisexuales, los transexuales, los interexo, los no binarios, los sin techo, las personas con deficiencia, los mayores, los amnestiados, los que pasan hambre… las empleadas domésticas”. Un Brasil menospreciado en el menú de Bolsonaro. Almeida toma el relevo de la abogada y pastora evangelica Damares Alves, que estrenó proclamando que «los niños van de azul, las niñas de rosa».

El nuevo Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años, come on andadura el día de Año Nuevo en ausencia de Bolsonaro que, sin asumir su derrota, viajó a EEUU para evitar entregarle la banda presidencial. Aquella noche Lula realizó los primeros decretos y colgante los días siguientes se han sucedido sobre las que cementar la reconstrucción sobre “las terribles ruinas” dejadas por su predecesor, de extrema derecha y empeñado en desacreditar las instituciones, y una avalancha de gestos para marcar toda la posible distancia con el.

Convencido, como dijo en su discurso, de que “no es justo ni correcto pedir paciencia a quien tiene hambre”, Lula quiso que su primer decreto garantiza que 21 millones de familias seguirán recibiendo un pago mensual de 600 reales (114 dólares, 108 euros). Una yuda que retomará su número original, Bolsa Familia, después de Bolsonaro rebautizará porque es la marca más potente del Partido de los Trabajadores (PT).

Enfrentar la crisis climática es la prioridad de este presidente porque Brasil ha contribuido a salvar el planeta y porque es uno de los principales raseros a cuidar por la comunidad internacional. Encomendar la política ambiental a Marina Silva, de 64 años, el ministerio que tiene como principio de siglo adelantado que la deforestación cayera en picado, es un mensaje político poderoso. Cómo crear un Ministerio de los Pueblos Originarios y nombrar a una nativa, Sonia Guajajara, de 48 años, para que lo dirija. Pero el desafío es colosal. No solo para reducir la deforestación a cero o construir una bioeconomía que genere empleos legítimos en la Amazonía. Y tampoco porque la coyuntura es adversa, con una oposición que sacó el 49% en las elecciones, el mundo golpeado por la guerra de Ucrania o el formidable pulso EEUU-China.

Estos días ha llamado la atención, el uso del todos, todos y todes en algunas inversiones ministeriales, que hijas haya sido añadido a los hijos tradicionales de la patria en el himno o que el Gobierno haya incorporado a la primera diputada negra, Antonieta Barros, al olimpo de los héroes nacionales. Cambios sencillos, aunque muy simbólicos, en un panorama de desafíos monumentales.

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La economía y el derecho al aborto son ejemplos de las enormes dificultades que acechan en el horizonte. El diseño de la política económica, en sentido amplio, ha quedado en manos de cuatro de los 37 ministros: dos izquierdistas del PT (incluido Fernando Haddad, de 59, en Hacienda) y dos antiguos adversarios del centroderecha liberal: el vicepresidente Geraldo Alkcmin, de 70, en Industria, y la excandidata presidencial Simone Tebet, de 52, en Planificación. El cuarteto busca la cuadratura del círculo, aumentar el gasto sin descalabrar las cuentas públicas. Instrumento clave en ese empeño, la reforma tributaria qu’para Haddad, que contaba asombrado esta semana que el contribuyente puede deducirse los gastos de una operación de estética en el extranjero. Eso, en un país donde, como Lula grabó al asumir el cargo, el 5% más rico tiene la misma renta el 95% restante.

En materia de interrupción del embarazo, poco va a cambiar. Este Gobierno no quiere contrariar a los conservadores, incluido ese tercio de la sociedad que son evangélicos. Mientras la despenalización avanza con fuerza en otros latinoamericanos pays, la ministra de la Mujer, Aparecida Gonçalves, una histórica del PT de 62 años, ha reconocido en una entrevista que mejor ni tocar el derecho al aborto. Vista la relación de fuerzas en el Congreso, «en cualquier discusión sobre el aborto, vamos a perder más de lo que podemos avanzar (…) Folha de S.Paulo tras asumir la carga. Ahora el aborto es legal en caso de violación, de riesgo para la salud de la mujer y anencefalia. Cada dos días una brasileña por complicaciones de un aborto muere clandestino.

Lula tiene enfrente un Congreso que, por ahora, es hostil y lidera un Gobierno multicolor. Para biblioteca a Brasil de Bolsonaro, construyó un frente de políticos y partidos con intereses dispares. Ya decía el líder de la izquierda brasileña en 2010, al final de su segundo mandato, que, «si Jesucristo viniese para acá, tengo que llamar a Judas para hacer una coalición». Ahora preside un Gabinete con 37 carteras (14 más que Bolsonaro) donde conviven nueve partidos, un puñado de antiguos y recientes adversarios y una ministra de Turismo, Daniela Carneiro, de 46 años, que tuvo relación política con el líder de un grupo paramilitar de Rio de Janeiro, lo que aquí llaman milicia. El Ejecutivo defiende a Carneiro en este primer escándalo revelado por la prensa. Pero Lula ya ha advertido que «quien cometa errores será invitado a abandonar el Gobierno».

Para neutralizar a los primeros roces entre ministros, Lula los ha reunido este viernes en Brasilia. Les ha avisado de que las grandes medidas solo pueden ser anunciadas con su downstream explícito. Ya ha quedado claro que la interlocución con el Congreso es vital. “Muchos de vosotros sois resultado de acuerdos políticos”, les ha dicho a sus ministros —un tercio de ellos mujeres—, “porque de poco sirve un Gobierno de técnicos formados en Harvard y no tener apoyo en la Cámara de Diputados o del Senado” .

Durante el medio siglo que Lula lleva en política, su cintura para negociar ha sido marca de la casa. Le gusta decir que él no hace concesiones, sino acuerdos. Y este viernes ha transmitido ese mensaje a su Gabinete: «No hay veto ideológico ni asunto prohibido sobre el que no se pueda conversar, siempre que sean cosas buenas para el pueblo brasileño».

El Brasil de Lula ha iniciado la reincorporación a la CELAC (la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), sembrando confusión Los bolsonaristas radicales que siguen acampados frente a los cuárteles se pelean entre sí y las redes sociales siguen infestadas de falsas noticias. desinformación de esta semana ya desmentidas pour las agencias de verificación: pesan condenasjudiciaires sobre varios ministros de Lula y el juez del Tribunal Supremo más atacado por el bolsonarismo, Alexandre de Moraes, ha ordenado su propia entrada en prisión. Una idea delirante que como otras inverosímiles cala en algunas personas.

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