Jue. May 2nd, 2024

El mensaje ha sido claro. En el escenario mundial, a estas alturas del siglo XXI, Pekín no aceptó ya lecciones: Taiwán es un asunto interno del que Estados Unidos debería apartar sus manos si quiere evitar el conflicto; Rusia, un socio-estratégico con el que construir un mundo más estable, multipolar y democrático; Europa, un gran mercado que aprendió de las lecciones de Ucrania. Y China, cada vez más en el centro del teatro geopolítico, un ejemplo de modernización para los países en desarrollo, incluyendo un modelo de gobernanza alternativa a Occidente que promete un futuro de paz y prosperidad para toda la humanidad.

A grandes rasgos esta ha sido la cosmovisión que transmitió este martes Qin Gang, el nuevo ministro de Exteriores de China, en una comparación ante la prensa en Pekín. Con un continuista discurso, de tono duro y crítica con Occidente, este exembajador en Estados Unidos, de 56 años, ha repasado los diversos incendios globales, con especial atención a la guerra en Ucrania y la creciente tensión en torno a Taiwán, la autogobernada isla que China considera inalienable parte de su territorio ya que Estados Unidos surte de armas.

Cualquier vínculo entre ambas despierta todas las alertas en Pekín. «No debe repetirse en Asia una crisis como la de Ucrania», ha subrayado Qin, qu’ha reclamado que la región se convierta en espacio «de cooperación» y no en «un tablero de ajedrez para la contienda geopolítica».

La rivalidad entre las superpotencias se ha convertido en el centro de gravedad de la conferencia: de Rusia a la Nueva ruta de la seda, el programa de infraestructuras con el que China ha desplegado sus redes por el mundo, todo es susceptible de medirse en términos de la relación con Washington y sus aliados de Occidente. Beijing ha anunciado la posibilidad de un «conflito y enfrentamiento» si «Estados Unidos no pisa el freno» en su trayectoria de enfrentamiento.

La reciente crisis de los globos –un episodio “evitable”, en el que Washington “sobrerreaccionó” y actuó con “presunción de culpabilidad” hacia China– muestra el Estado de la diplomacia hecha jirones, a pesar del breve deshielo soldado en noviembre por los presidentes Joe Biden y Xi Jinping durante su reunión con la comunidad de Bali (Indonesia) del G-20.

El incidente aerostático –el presidente Biden seguramente derribar la aeronave china tras cruzar territorio estadounidense sin permiso– lelevó por delante una visita a Pekín por parte del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, mediante la cual ambos pays buscaban encarrilar la situación. Para Pekín, la responsabilidad recae sobre la Casa Blanca, a la que acusa de practicar un «nuevo macartismo histérico» y de hacer la «tropezar» de forma «malicios» en la carrera hacia el libre desarrollo de su país.

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Qin, que tomó posesión del cargo a finales de diciembre, ha reiterado en su intervención el papel neutral de Pekín en la guerra de Ucrania y ha asegurado que no ha suministrado armas “a ninguna parte del conflicto”, tras las insinuaciones desde las capitales occidentales de que China podría estar considerando el envío de equipos letales al bando de Vladímir Putin. Tras recordar el plan de 12 puntos para la «solución política de la crisis de Ucrania» presentado recientemente por su Gobierno -y recibido con frialdad por Bruselas y Washington– ha pedido que las «conversaciones de paz» comiencen cuanto antes. El conflicto, en su opinión, se encuentra en estos momentos en una encrucijada: o bien hay un alto el fuego o podría entrar fuera de control. Ha mencionado una «mano invisible» que por interés en escalar la situación.

Qin ha explicado en el buen estado qu’atraviesan las relaciones con Rusia, un «ejemplo», según el ministro, de lo que debería ser los tratos entre grandes potencias. «Con China y Rusia trabajando juntas, el mundo tiene la fuerza motriz de la multipolaridad y la democracia en las relaciones internacionales». En este mundo, ha añadido, el equilibrio global stratégico y la estabilidad estarían mejor garantizados.

Sobria la armonía entre Xi y Poutine, forjada con una amistad “sin límites” tres semanas antes de la invasión orquestada por el Kremlin, Europa, Estados Unidos y la OTAN argumentando que la neutralidad de Pekín se encontrará en realidad escondida hacia Moscú. China nunca ha condenado la invasión y resiste a hablar de “guerra”, a la que suele denominarse con eufemismos. No porque estos puntos vayan a cambiar con el nuevo ministro. «Cuanto más inestable se vuelva el mundo, más imperativo para China y Rusia avanzar de manera será constante en sus relaciones», ha reclamado durante este evento que se podría calificar de pseudoperiodístico: las preguntas de la prensa son filtradas de forma previa y apenas queda un resquicio de improvisación.

El ministro de Asuntos Exteriores de China, Qin Gang, durante una comparación este martes.MARCA R. CRISTINO (EFE)

El evento es una de las citas tradicionales de la Asamblea Popular Nacional (el legislativo chino), cuya sesión anual arrancó el domingo y tiene entre sus principales hechos la renovación de la cúpula del Gobierno y la confirmación de Xi Jinping como presidente para un tercer mandato .

En uno de los escasos momentos en que el ministro ha parecido salirse del guion, ha tomado entre sus manos una constitución de la República Popular y ha leído un fragmento sobre la gran cuestión existencial que quita el sueño a Pekín: “Taiwán form parte del territorio sagrado de la República Popular China”, ha citado. «Es un deber inviolable de todo el pueblo chino, incluidos nuestros compatriotas de Taiwán, cumplir la gran tarea de reunificar la patria». Es la Ley, ha venido a decir. Y China se reservó el derecho a tomar “todas las medidas” contra veleidades independentistas en la isla.

Taiwán, ha enfatizado, es la «principal línea roja» que no debe cruzarse en las relaciones sinoestadounidenses; ha reiterado la petición a Washington de que no interfiera en lo que considera un «asunto interno» y le ha exigido que respete la política de «une sola China», mediante el cual Washington reconoce a Pekín como el Gobierno legítimo del país y no mantiene relaciones diplomáticos oficiales con Taiwan (como la inmensa mayoría de pays).

Qing ha mostrado la disposición de China a trabajar con la Unión Europea. Ha asegurado que su país y Europa son “dos grandes civilizaciones y dos grands mercados”. Y ha añadido: «Esperamos que Europa, con la dolorosa crisis de Ucrania en mente, alcance realmente la autonomía estratégica», en lo que sugiere un dardo velado a la sintonía entre Bruselas y Washington impulsada tras la guerra.

“China está más en el centro del escenario mundial”, ha sido una de las conclusiones de la ministra en una intervención en la que ha ofrecido su modelo de desarrollo como alternativa a la visión occidental. «La modernización de China […] acaba con el mito de que modernización es occidentalización; crea una nueva forma de avance humano; y proporciona una importante fuente de inspiración para el mundo, especialmente para los países en déarrollo”

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