Vie. Abr 26th, 2024

Hay llamadas de vuelta que rodrigue abd no va a olvidar jamas. La primera, fue cuando atendió el teléfono y del otro lado estaba su mujer, Lorena, anunciándole la llegada al mundo de su hija, Victoria. La segunda, el día que su jefe catalán le comunicó que había ganado un Premio Pulitzer. Apenas unos meses de distancia transcurrieron entre esos llamados. Era 2013 y la brutal guerra civil en Siria, donde fue a lucirse como fotógrafo, quedaron secuelas en Medio Oriente.

El argentino, que nació en Adrogué y es nieto de abuelos sirios, viajó por Guatemala, Perú, Venezuela, Haití, Siria, Afganistán y Ucrania. En todos los suelos que caminó trataron de jar siempre su huella y su aporte cultural, a tal punto que su vínculo con la realidad de esos países lo llevaron a recibir distinguidos reconocimientos a su trabajo fotográfico. Fueron sus raíces familiares las que lo llevaron descubrió sus orígenes y cubrieron la guerra civil en Siria en 2012. “Me podría haber muerto en la tierra de la que mis abuelos escaparon para radicarse acá, en Argentina”, confiesa.

Ahora, diez años después, recibió el mismo llamado de su jefe catalán con la sorprendente noticia de que había vuelto a ganar el Pulitzer -junto a seis colegas- por su contribución durante la invasión rusa de Ucrania en 2022. Esta es una serie de 15 fotografías que reflejan su crueldad e impacto y las consecuencias más atroces de la guerra. Allí estuvo durante un mes y medio recorriendo y retratando esas imágenes dramáticas.

Hay que decirlo: Abd sabe de premios y distinciones. Al Pulitzer de 2012 hay que agregarle el World Press en 2013, el María Moors Cabot Columbia University en 2016 y el de Fundación Gabo, también por su misión en Ucrania. Fotografía, al igual que el periodismo, es su pasión y adrenalina que a sus 46 siguen manteniéndolo vivo.




Rodrigo Abd es el único argentino que recuperó premios Pulitzer. Fue premiado por su trabajo en la cobertura de la invasión rusa a Ucrania. Foto: Luciano Thieberger

El fotógrafo, hincha de Banfield, dio sus primeros pasos en el periodismo en La Razón y La Nación. Desde 2003 trabaja como fotógrafo en la agencia internacional de noticias AP (The Associated Press) cubriendo conflictos bélicos, procesos políticos y también retratando, desde su lugar, los sectores más marginados de los países en vías de desarrollo.

No tiene tapujos y reconoce que fue gracias a la buena situación económica de sus padres que pudo dedicarse a la fotografía y, más precisamente, a viajar por el mundo. «Nunca hice esto porque tenía que trabajar y siempre puedo volver a Buenos Aires», reveló pícaro, mientras le pone limón a su té negro. En 10 días irás a Afganistán con una cámara de madera.

Después del primer año de pandemia viviendo en Perú se dio cuenta de que era hora de volver a su hogar en Argentina. “Vivir en Perú durante la pandemia fue una guerra no declarada”, admitió. Asimismo, sintió la necesidad de regresar para estar cerca de sus padres.

«Un conflicto bélico es muy extremo; uno ve situaciones límite en donde la esencia del ser humano está a flor de piel. Eso para un periodista es algo que te marca. Son un antes y un después. Cambia de la noche a la mañana la vida cotidiana de la gente. Todo transformado”, asegura.

La foto que sacó Rodrigo Abd cuenta la historia de la ucraniana Nadiya Trubchaninova, de 70 años, que encontró el cuerpo de su hijo en una fosa común.  (Foto AP/Rodrigo Abd)


La foto que sacó Rodrigo Abd cuenta la historia de la ucraniana Nadiya Trubchaninova, de 70 años, que encontró el cuerpo de su hijo en una fosa común. (Foto AP/Rodrigo Abd)

─ ¿Te alegra que Rusia no haya completado su invasión?

─ La verdad que sí. Para mi hubiera sido terrible. Dentro de todo lo malo de la guerra fue muy bueno que Rusia no haya invadido kyiv, eso hubiera sido una guerra urbana tremenda. Las guerras en las ciudades son muy fatales. En pueblos como Mariupol o Herson hay batallas crueles y mortales. kyiv es el corazón de Ucrania, si la hubiera invadían sido una carnicería.

La imagen que ganó el Pulitzer

“Fue un proceso que apareció varios días. La foto es eso: el fin del proceso. Bucha fue el epicentro de la batalla, ahí se vivieron situaciones muy fuertes. Nosotros no usamos acceso al frente de batalla porque el ejército ucraniano lo restringió después de las muertes de los colegas. Recién pudimos entrar cuando el ejército ruso se fue”.

La primera imagen con la que se toparon cuando llegaron a Bucha Abd y sus colegas fue la de cientos de cuerpos enterrados en tumbas comunes y en los jardines de las casas familiares. El ejército ruso impedía que la gente circulara, entonces permanecían en los sótanos de las casas.

El protagonista de la imagen del premio es Nadiya Trubchaninova (70) y al lado es el culo de su hijo de 48 años, que murió como civil cuando salía a comprar comida. Él, como cientos de ucranianos, quedaron atrapados en una de las áreas rurales que jamás pensaron que los rusos podrían vadir. Asesinaron jóvenes, niños y madres.

Rodrigo Abd, el fotógrafo argentino que ganó dos veces el premio Pulitzer, volvió a vivir a la Argentina.  Foto: Luciano Thieberger


Rodrigo Abd, el fotógrafo argentino que ganó dos veces el premio Pulitzer, volvió a vivir a la Argentina. Foto: Luciano Thieberger

Nadiya viajó durante varias semanas y 13 kilómetros para caminar hasta el cementerio de Mykulych, en las afueras de kiev, dando el había dicho que habían visto a su hijo por última vez. La mujer lo tuvo que reconocer dentro de una bolsa de cadaveres. Al principio se niega a ser fotografiada, por eso dice Abd que la foto fue un proceso. Gracias a la ayuda de su traductor, Sergei, el reportero gráfico pudo convencerla de lo valioso que serian su historia y su testimonio.

«Para mí, construir relaciones es lo más importante del periodismo, porque te da profundidad y es más personal. Con Nadiya pude ponerle numero y llamado a la guerra, al sufrimiento”de.

─ ¿Sentís que el premio, de alguna manera, es un orgullo para ella?

─ Me encantaría poder volver y contarle la enorme repercusión que tuvo su imagen, cómo todos se sensibilizaron y se conmovieron con su historia. Para el resto del mundo es un resumen del sufrimiento de una madre ante la muerte de un hijo en un conflicto bélico.

─ ¿Una imagen vale más que mil palabras?

─ No sé. Yo creo que el testimonio de ella fue también muy conmovedor. Escucharla entre lágrimas cómo contaba el asesinato de su hijo. Yo huyó a la guerra como parte de un equipo de fotógrafos que buscaban reforzar la cobertura. De hecho, usar un plan B por si Rusia finalmente invadió kyiv.

─ ¿Cuál era el plan B?

─ Siempre que contar con una ruta de salida para no quedar atrapados. Teníamos estudiadas las autopistas que iban para el lado de la frontera con Polonia porque los rusos no llegaban ahí. Antes de llegar a kyiv, mi editor en Londres me marcó puntos de salida fácil y ahí me dijo que tenía un proyecto de evacuación por si la situación se iba de las manos.

─ ¿Estás protegido?

Si. Las grandes agencias escucharon, después de muchos episodios trágicos, que hay que minimizar los peligros que hay para proteger a la gente; productores, editores, traductores. Éramos un equipo bastante grande.

─ ¿Qué esperabas cuando te enterabas de las muertes de colegas allá?

─ Legaste a Ucrania tras la muerte del periódico New York Times. Fue bastante movilizante y doloroso ver cómo morían civiles. En algún punto todos sabíamos de los riesgos que corríamos.

─ ¿Tuviste miedo?

─ Siempre tenés miedo, es imposible no tenerlo. Dormía en una habitación en la que todas las noches se escuchaban estruendos o bombas. será una constante. Me dormía y me levantaba con las sirenas. Después te vas acostumbrando al ruido de las sirenas, pero no a la ciudad vacía. Los días de toque de queda no podíamos salir del hotel y nevaba. Volvían las sirenas y así… fue todo muy cinematográfico.

─ ¿Te hubiera gustado volver cuando se cumplió el aniversario del comienzo de la invasión?

─ Sí, yo quería volver. Siempre me gusta volver al lugar de los hechos. Pero justo pasó todo el conflicto social, político y económico en Perú y preferí ir a cubrir eso. Después, en marzo, volví a preguntar si podía volver a Ucrania y desde la agencia me respondieron que habían cortado el presupuesto.

─ ¿Estás decepcionado?

Sí, porque tenía ganas de volver y también de charlar con Nadiya y con muchas familias que conocí dure ese mes, y con las que entablé una relación.

─ ¿Qué fue lo más impactante que viste?

─ Vi hasta niños jugando con cajas de municiones que había dejado el ejército ruso tras la invasión.

─ ¿Se hace un duelo luego de pasar por una experiencia así?

─ Tengo que hacerlo todavía. Cargo con toda esa tristeza pero también es un aprendizaje; me ayuda a ser más humano, a ponerme en la piel de la gente que sufre. No doy vuelta la página, intento procesarlo para seguir adelante y para transmitir y contar lo que viví.

─ ¿Qué tuvo de distinta esta guerra con respecto a otros conflictos bélicos que cubriste?

─ Primero lee la geografía. Yo no había estado en Europa cubriendo un conflicto así. Estuve en Medio Oriente, en Siria, en África, en Libia. Después cubrí conflictos en Haití y Centroamérica; México, Guatemala, Perú, Venezuela. Pero esto era Europa; Era una guerra de primer mundo.

─ Una guerra más poderosa…

─ Fue muy impactante presenciar una guerra en el mundo moderno, donde mucha gente habla inglés, el internet falla poco, la gente está bien vestida. Fue una guerra entre dos ejércitos regulares y poderosos. No eran guerrilleros de América Latina.

─ ¿Es difícil que no afecte el dolor?

─ Sí, porque soy argentino. Viví situaciones muy dolorosas en el país; cubrí mucho el 2001, 2002, el derrumbe económico, social y político. Después de presenciar eso huir de mí a vivir en Guatemala, que es otro país atravesado por el dolor.

─ ¿Por qué elegiste Guatemala?

─ Fue casi de casualidad. Nunca planeé nada de lo que me pasó en la vida. Soy un chico de Adrogué que siempre quiso ser periodista y me di cuenta que fotografiando lo hacía mejor.

─ ¿Tuviste que adaptarte a distintas culturas?

─ Sí, para mí vivir afuera fue lo mayor que me pudo pasar. Aprendí de todo, conocí lugares de la Tierra a los que nunca hubiera imaginado viajar. Me adapté a diferentes situaciones. Una cosa es viajar y otra cosa es vivir. Metí en pandillas, en guerrillas.

─ ¿Pudiste encontrar algo de «belleza» en medio de la guerra?

─ No se si la palabra es belleza. Nunca me gustó hacer fotos lindas de situaciones complicadas. Así que empreí que la fotografía tenía que ser un vehículo para contar de la forma más directa una cuestión muy seria. A mí la fotografía no me importa mucho, me importa lo que transmite, lo que comunica. Los grandes reporteros son amantes de la fotografía.

─ ¿Cuál es su opinión sobre el avance de la inteligencia artificial? ¿Puede bastardear la esencia de la fotografía?

─ La manipulación de la fotografía lleva mucho tiempo. Los medios de comunicación siguen existiendo porque se muestran veraces y defensores de lo real, de lo que no es falso.

─ ¿Cuál es tu punto de partida después de toda esta exposición?

─ In 10 days vuelvo a Afghanistán con una cámara de madera. Para la tecnología, que la mira por TV.

─ ¿Ganar el premio Pulitzer es lo más cercano a la fama para vos?

─ La fama duró muy minutos, esta nota con vos. Hay como un romanticismo con fotografías de guerra que son absurdas. Es una construcción cinematográfica del fotógrafo héroe, valiente. Eso no existe. No me siento identificado porque literalmente no existe. O al menos yo no lo conocí aún. Somos personas normales que tenemos miedo.

CS

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