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El historiador Blanchard (1997) señala que es imposible determinar los motivos de San Martín para recompensar a tantas mujeres.

“Los patriotas que más se han destacado por su adhesión a la causa de la independencia del Perú lucirán la insignia de una faja de seda bicolor, blanca y roja que baja desde el hombro izquierdo hasta el lado derecho donde se enlazará con una pequeña borla de oro, portando en medio de la misma banda una medalla de oro con las armas del Estado en el anverso y esta inscripción en el reverso: Al patriotismo de los más sensibles ”. (Gaceta del Gobierno de Lima Independiente, 4 de enero de 1822).

La Independencia se proclamó el 28 de julio de 1821 en la Plaza de Armas de Lima y mientras se construían nuevas instituciones en la naciente república peruana, aparecieron los periódicos “Gaceta del Gobierno de Lima Independiente” y “Sol del Perú” (Brewster, 2019). funcionó hasta junio de 1822 (Romero del Valle, 1966). Poco después, se creó la Orden del Sol el 8 de octubre de 1821 para recompensar a quienes trabajaron por la causa de la independencia. Los nombres de 112 mujeres figuran en la lista de 368 candidatas (Sutcliffe, 1841, citado por Brewster, 2019) presentada al Generalísimo San Martín en la sesión del 11 de enero de 1822. Para la segunda sesión, el 23 del mismo mes, El número de candidaturas ascendió a 180, lo que demuestra la actitud del “Protector del Perú” –como se llamaba a San Martín– hacia las mujeres que, por amor a su país, jugaron un papel significativo en las primeras etapas de la emancipación que permitió la primera caída del vice-rey Lima en manos de fuerzas patrióticas incruentas.

El historiador Brewster (2019) señala que el premio “[…] no se limitaba a los miembros de la élite que agasajaban al ejército victorioso ”, sino a quienes trabajaban enviando mensajes, siendo espías, distribuyendo propaganda, recolectando víveres e incluso fabricando pólvora (García y García, 1924; Basadre, 1981; Balta, 1998) Tampoco hubo limitaciones por razón de nacionalidad; Dos de las ganadoras fueron Rosa Campusano de Guayaquil y Manuelita Sáenz de Quito. Los dos folletos clandestinos repartidos, posteriormente Sáenz se distinguiría por su ferocidad en la lucha (Guerra parte de la batalla de Ayacucho por el mariscal Sucre, 10 de diciembre de 1824, citado por Álvarez, 1985). Campusano se destacó principalmente por realizar encuentros independentistas en su casa de la calle San Marcelo de Lima (Carretera, 1984), enviar informes políticos a San Martín (Neuhaus, 1997) y conseguir que el Batallón Numancia dejara el ejército de la Corona para incorporarse al Las filas libertarias, un contingente de 900 hombres que afectaron la potencia de fuego de las huestes del virrey Pezuela. También está inscrita la venerable María de Guisla, vinculada a la familia del abogado y patriota panameño Rafael Macías, una señora que, valiéndose de su avanzada edad y apariencia inocente, desarrolló una red de espías tras líneas góticas con la colaboración de su sobrina. Balta, 1998). Otra figura destacada fue Josefa Carrillo, marquesa de Castellón, una talentosa mujer que trabajó como diplomática no oficial para obtener apoyo del exterior (Parra de Riego, 1935, citado por Brewster, 2019). San Martín la llamó la «heroína de la independencia». A su vez, Narcissa Arias de Saavedra instaló un hospital en su casa de Lima para atender a los heridos en combate. Otra condecorada, Manuela Carbajal de la ciudad de Ica donó casi toda su fortuna a la causa de la independencia y durante la ocupación de las fuerzas realistas en Ica, secretamente pasó información a los patriotas.

El historiador Blanchard (1997) señala que es imposible determinar los motivos de San Martín para recompensar a tantas mujeres, aunque especula que puede estar considerando aplicar un grado de igualdad política que no solo hubiera preparado a las mujeres para puestos más importantes, sino que han significado un cambio social fundamental al inicio de la República. Así, San Martín destacó el aporte de las mujeres con actitud pionera e inclusiva y las calificó como ejemplo de ciudadanas que trabajaron por el bien de sus sociedades.

Sin embargo, después de las guerras de independencia, muchas de estas valientes damas se vieron confinadas a tareas de bordado dentro de un régimen patriarcal jerárquico. La Protectora del Perú intentó sentar las bases para el avance social de la mujer, pero no tuvo la oportunidad de poner en práctica estas ideas a largo plazo. El voto femenino se obtendría en la tierra de los incas en 1956, siendo el penúltimo país de América Latina en otorgar este derecho.

Embajador de Perú en Panamá