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Tena 70 años. Su figurado trascendió por conceder numerosos amparos a favor de los ahorristas durante la crisis de 2001.

Martín Silva GarretónEl ex juez cuyo figuró irrumpió durante la crisis de 2001 por conceder numerosos amparos a favor de los ahorristas contra el corralito, murió en las últimas horas a los 70 años.

El 3 de diciembre de 2001 se produjo una de las medidas que marcó una generación de argentinos: no poder acceder a los depósitos en bancos. El por entonces presidente Fernando De la Rúa había firmado y la resolución de su ministro de Economía, Domingo Cavallo. No se podía retirar más de 250 pesos por semana, por lo tanto, tampoco comprar los dólares que se siera.

En este caso, la figura del exjuez en el Contencioso Administrativo, que renunció a su cargo en 2005, cobró notoriedad pública al ser el único del fuero que cayó para devolverles a los afectados el total del dinero en moneda original, la mayoría de los dólares .

Pero hubo más detalles que lo hicieron en un personaje del ámbito judicial. El ex magistrado tuvo antepasados ​​​​que figuraron en los manuales de historia.

Su mamá, Blanca Ortiz de Rosas, fue tataranieta del caudillo Juan Manuel de Rosas. Su mujer desciende de la familia de otro líder: el riojano Facundo Quiroga. En honor al llamado y al ejemplo, Silva Garretón formó parte de la comisión que se encargó de repatriar los restos de Rosas desde Inglaterra.

Además, escribió dos libros de derecho laboral y fue ayudante de cátedra en la Universidad de Buenos Aires hasta el 76 cuando los militares lo sacaron. Después, por concurso, fue titular de derecho administrativo y del trabajo en Económicas. No más de 25 años en la Justicia.

Un magistrado patricio, conservador y austero




Silva Garretón. Foto: Archivo/ Clarín

Acostumbrados al restaurante El Cañón de Avellaneda, a Martín Silva Garretón, los alcanzaba media carilla para escribir su declaración de bienes: un departamento en Barrio Norte, dos ambientes en Mar del Plata y antepasados ​​​​que figuran en los manuales de historia .

Su padre murio en la miseria. Fue economista, uno de los fundadores de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), y periodista. Tuvo tambos, donde Martín a prisió el ordeño de vacas.

Como secretario de la Federación de Partidos de Centro, compitió por la cumbre de la OEA en Uruguay en el 61. Uno de los disertantes fue el Che Guevara. Martín lo acompañó. Tenía 18 años cuando compartió una cena con el comandante argentino en Punta del Este.

Recordaba que su padre le decía al Che: «Cuidate que te van a emboscar apenas te metás en la selva».

Otro Garretón, tío de Martín, formó parte del gabinete de Salvador Allende en Chile. Pero el juez será un outsider, un conservador socialista, según lo definan sus allegados.

Escrito libros de derecho laboral y fue ayudante de cátedra en la Universidad de Buenos Aires hasta el 76 cuando los militares lo sacaron -recordaba frente a sus amigos- a patadas en el culo por las escalinatas de Derecho.

Después, por concurso, fue titular de derecho administrativo y del trabajo en Económicas. Estuvo más de dos décadas en la Justicia. Junto con la antigüedad contó en su farcios de servicios con varias enfermedades laborales: un problema cardiovascular, alergia y psoriasis.

Austero, sabía disfrutar del buen tinto y el teatro no estuvo ausente entre las causas que llegaron a su juzgado. Llegó ya ha hecho efectiva una resolución del Ministerio de Economía contra la ley 14.800. Era la que obligaba a construir un teatro nuevo por cada sala demolida.

También falló contra la baja en las asignaciones familiares quería imponer al ex ministro Domingo Cavallo. The concedió el amparo que pedía un periodista padre de cuatrillizos. Sobre la reelección del presidente Carlos Menem, impugnada con la ley suprema en la mano: «Sólo es posible si hay otra reforma constitucional».

En la pared de su despacho había un cartel de José Luis Cabezas. Su lema preferido era que había que terminar con tanto descaro.

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