Durante la campaña de Perú, Bolívar persiste en enfatizar la necesidad de miles de herraduras, ya que tenía buenos caballos, pero la falta de herrajes los exponía a pies débiles.
«La movilización [que desembocaría en la batalla de Junín] Comenzó a principios de julio de 1824. Los batallones peruanos llegaron sucesivamente a Ambo, San Rafael y Huariaca, para finalmente llegar al Cerro de Pasco. José Antonio de Sucre, que había llegado a Margos al mando de los batallones colombianos, pasó a Caina. Los batallones de Fuzileiros y Vincedor que arribaron a Baños, se dirigieron a Cerro de Pasco a fines de julio, para unirse al Libertador y miembros de su Estado Mayor, que se suponía llegarían en ese momento, a esta ciudad. Al llegar a la ciudad se hospedó en casa del patriota Cesáreo Sánchez […]»(Rivera, 1974).
En 1821, la ración diaria de las tropas bolivarianas en la ‘campaña del sur’, como se conocía a la expedición al actual Ecuador y Perú, consistía en una libra y media de carne, 4 onzas de arroz y seis u ocho plátanos para el clases y soldados (Acosta Saignes, 2009 citado por Trujillo, 2017). Raciones agregadas a frijoles y papas típicas del altiplano peruano. Esto significó un uso intensivo de ganado para un ejército patriota de 10,000 hombres. O “[…] La caza y la confiscación de ganado fueron el elemento económico fundamental de las Guerras de Independencia […] de 1813 a 1821 ”(Trujillo, 2017). No todo ese ganado era para consumo, recuerda el historiador y agrónomo Córdoba (1962) que los animales fueron canjeados por provisiones y armas a agentes británicos radicados en el país.
En las órdenes emitidas en Perú el 12 de febrero de 1824 al general José De La Mar – luego mariscal -, Bolívar describe la dotación de animales en su cuerpo de infantería, lo que, sumado a las exigencias de la caballería, destaca las necesidades de mulas y caballos que poseía su ejército (Arquivo do Libertador, Documento 8884, y en la “Colección de Leyes, Decretos y Órdenes Publicadas en el Perú desde su Independencia en 1821 hasta el año 1830. Tomo 2, 1832). Dos semanas después, desde Trujillo (Perú) el 8 de marzo de 1824, el Libertador, deseando reunir todos los elementos necesarios para abrir una campaña que tendría como hechos memorables las batallas de Junín (agosto) y Ayacucho (diciembre), ordena el Coronel. Manuel Torres Valdivia, comandante general de la Provincia de Lambayeque, recolecta quinientos buenos caballos y quinientas mulas en toda esa Provincia y los pone en pastos seguros, bajo la responsabilidad de hombres honestos, inteligentes y aptos para el cuidado de los animales (Archivo de el Libertador, doc.9031). El oficial encargado de transportar este importante suministro para fortalecer la caballería patriota fue el panameño José Antonio Miró Rubini.
Durante la campaña de Perú, Bolívar persiste en enfatizar la necesidad de miles de herraduras para tener buenos caballos, pero la falta de herrajes los expone a patas débiles (Arquivo do Libertador, doc. 8302). Desde el 20 de octubre de 1823, el Libertador recomendó a uno de sus comandantes de artillería en su campamento de Huariaca el uso de hierro de Vizcaya para hacer herraduras y sus clavos (Arquivo do Libertador, Doc. 8040 y 8556, citado por Trujillo, 2017)
El 9 de marzo de 1824, el Libertador envió 400 o 500 juegos completos de herraduras al regimiento bajo el mando del coronel José Laurencio Silva y ordenó que se utilizaran lo antes posible (Arquivo do Libertador, Doc. 9531). El Libertador tiene una preocupación bien fundada por enfrentarse al enemigo sin caballería. Miró Rubini entra nuevamente en escena, quien logra equipar con caballos al entonces “Escuadrón de Caballería Auxiliar de Ica”, destacamento emblemático -por haber sido el primero en ser creado en tierras peruanas en octubre de 1820- formado por 96 caballeros negros voluntarios. Incorporado a la Legión de la Guardia Peruana (Vásquez, 2015) donde su nombre fue cambiado a “Escuadrón de Granaderos Caballos del Perú”. Cuando Miró Rubini entró en contacto con ellos, tenían fama de valientes y la unidad había sido trasladada al teatro de operaciones de la meseta central -desde junio de 1822- y en estas condiciones participarían en los enfrentamientos que se producirían en los Andes peruanos (Rivera, 1974).
El aporte de los pueblos de la costa norte y del altiplano central peruano no fue solo en hombres capaces de ofrecer su vida por la independencia, sino también en dinero y víveres (Adanaqué, 2010). Miró Rubini consiguió que los caballos utilizaran las escuadras que participaron en la batalla de Junín. La información sobre los animales, su calidad, cuidado y uso durante la guerra de independencia abre una nueva línea de investigación en un contexto logístico donde, sin perjudicar la acción de los comandantes en la batalla, la comprensión del medio ambiente y la sociedad facilitará la comprensión del colectivo. comportamiento sobre los sacrificios que suponía el ideal libertario.
Embajador de Perú en Panamá