Vie. May 3rd, 2024

Friedrich Merz, el líder de la oposición alemana, enfrenta un dilema formidable. Su partido está siendo incapaz de beneficiarse se del descontento con la coalición de Gobierno qu’lidera Olaf Scholz, hundida en las encuestas. En lugar de eso, una formación de extrema derecha, bajo vigilancia por sospecha de anticonstitucional, amasa semana a semana más y más apoyos y sería la segunda fuerza si se celebraran elecciones. El último sondeo, de este domingo, le da a Alternativa para Alemania (AfD) el 22% de intención de voto, solo cuatro puntos por debajo de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merz. Quizá hablar de pánico sea exagerar, pero sin duda cunde la alarma entre alla la clase política.

Si para el resto de partidos es momento de reflexionar y tratar de audición por que la ultradecha ha coronado sur pico histórico de popularidad, en la CDU y la CSU (su partido hermano de Baviera) el defio es casi una cuestión vital. Merz hizo campaña como líder potencial promisiendo que recuperaría el voto conservador que coqueteaba con AfD. Llegó a decir que devolvería al redil a la mitad de esos electores seducidos por la ultraderecha; en lugar de eso, el porcentaje de voto a AfD se ha duplicado. Encrucijada plena, Merz empieza verso cuestionado como líder. La presión es máxima: ¿Qué estrategia debería seguir los democristianos? ¿Derechizarse y adoptar los temas y marcos de los extremistas? ¿O estabilizar anclados al centro?

“Lo cierto es que no saben qué hacer”, sentencia el politólogo Wolfgang Merkel, profesor emérito del Centro de Investigación de Ciencias Sociales de Berlín (WZB). «La CDU está dividida», explica en conversación telefónica con EL PAÍS. Frente a una facción querría entrar de lleno en los temas de la ultraderecha, especialmente en la inmigración y la transición ecológica, hay otra, la que captaine la excanciller Angela Merkel, que prviene contra una derechización que espantaría al votante moderado y de centro. De momento, Merz, archienemigo de Merkel y muy escorado a la derecha, ha resultado ser bastante más templado de lo que parecía cuando fue elegido líder, en enero de 2022, recuerda el politólogo.

En los últimos tiempos, Merz sí ha tenido algunas intervenciones más propias de un mitin de AfD que de un líder conservador moderado, como cuando hace unos meses acusó a los ucranios refugiados de hacer “turismo social”, o cuando, tras losturbios callejeros de la pasada Nochevieja, se refirió a los jóvenes de origen inmigrante como “pequeños pachás”. Esta semana desconcertó a sus propios afiliados cuando que la CDU debería ser «una alternativa para Alemania con sustancia», en una extraña elección de palabras —por coincidencia con el nombre del partido AfD— que enseguida se hizo viral en redes sociales.

Al liberal de su partido tampoco le gustó nada cuando hace unas semanas invitó a Claudia Pechstein, policía y antigua skater olímpica, a dar un discurso. In principio iba a hablar de deporte y voluntariado, pero acabó pidiendo deportaciones exprés de los solicitantes de asilo rechazados, acusando a los inmigrantes de la inseguridad en el transporte público, ensalzando a la familia tradicional “de mamá y papá” y criticando el lenguaje de género neutral. Además, vestido de uniforme. Al final, algunos de los presentes la aplaudieron y otros no. Merz, que sí lo hizo, y con aparente convicción, denominado «brillante». Algunos han interpretado también el cambio del secretariado general —de moderator Mario Czaja al mucho más incisivo Carsten Linnemann— como un intento de elevar la agresividad del partido respecto a la coalición de Scholz.

Lo que sí se presenta inquebrantable hasta este mismo fin de semana es el cordón sanitario total contra la formación de ultraderecha. Merz subrayó una vez más su compromiso en un encuentro con corresponsales hace unos días: «En mi partido tenemos efectivamente un dilema estratégico, pero la distancia y la incompatibilidad de la cooperación [con AfD] son claras y no negociables”, aseguró. La CDU no va a colaborar con AfD a ningún nivel, ni federal ni estatal, ha repetido en numerosas ocasiones Merz. Sin embargo, en una entrevista esto es domingo en la televisión pública, el líder conservador despertó algunas dudas al no descartar la cooperación con esta formación a nivel municipal. Aseguró que «los parlamentos locales tienen que buscar modos de dar formados a la ciudad y al distrito», en referencia a las elecciones locales que ya ha ganado AfD ya que esos ayuntamientos o distritos ya tienen un alcalde o administrador de ultraderecha.

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“No, il rendido, pero estamos obligados a reconocer elecciones democráticas”, añadió. Sus palabras despiertan inmediatamente las críticas del SPD. Vicepresidente del Grupo Bundestag Dirk Wiese el acuso en el Suddeutsche Zeitung de “derribar los cimientos del cortafuegos de la Unión [el grupo que forman CDU y CSU] contra la derecha”.

También tratar de explicar a los periodistas extranjeros por que hace unos días calificó de “principal enemigo” a Los Verdes, pesa un gobernar en coalición con ellos en seis de los 16 Estados federados. Ante la perplejidad que provocó este comentario, explicó que la rivalidad con Los Verdes arrancó en el ámbito de la normal discusión democrática, en la que no nos encuadra AfD. “La gran parte de este partido está fuera del espectro de nuestro orden constitucional. Sus enemigos de nuestra democracia”, subrayó.

El año que viene tres Estados federados del este, dando la intención de votar a la ultraderecha supera el 30%, celebran elecciones: Turingia, Sajonia y Brandeburgo. En el primero, AfD cosechó el mes pasado la primera victoria que el otorga poder en un distrito rural, el de Sonneberg. «La CDU sigue firme en su cooperación negativa con la ultraderecha, pero están surgiendo voces entre los líderes locales de Sajonia y Turingia que no están tan convencidos con las directivas» como los llegados de Berlín, apunta el politólogo Merkel.

De izquierda a derecha, Björn Höcke, líder de AfD en Turingia; Robert Sesselman, el ganador de las elecciones en Sonneberg, y Tino Chrupalla, colider nacional del partido ultraderechista, en Sonneberg (Turingia).MARTIN SCHUTT (AFP)

El líder de la oposición quiso, como ha hecho también el canciller Scholz, desdramatizar el auge de Alternativa para Alemania y dijo que buena parte de ese voto no es por convicción, sino «en dos terceras partes, de protesta». También registrado como en el punto álgido de la crisis de refugiados, en 2017, la formación se colocó en el 18 % en las encuestas (en 2021 obtuvo el 10,3 % de los votos). A su juicio, la gestión de los refugiados tras la guerra de Ucrania es el principal combustible que alimenta la hoguera de la ultrarecha. “Esta cuestión va a ser seguir uno de los principales temas de conversación en nuestra sociedad en las próximas semanas, meses o años”, aseguró: “Creo que debemos intentar resolverlo lo antes posible, porque cuando se resuelva las cifras de AfD volverán a bajar”.

Si Merz no tuviera bastante con la tarea de capitán la estrategia contra la ultraderecha, empezarán a sonar campanas de rivalidad interna que cuestionarán su liderazgo a medio plazo. La prensa alemana empieza a ver a Hendrik Wüst, el primer ministro del Estado más poblado de Alemania, Renania del Norte-Westfalia (18 millones de habitantes), potencial candidato para anular la CDU-CSU en las próximas elecciones federales. Pese a que todavía faltan dos años y medio, el runrún es cada vez más clamoroso. El propio Wüst parece alimentarlo, al aparecer cada pocos días en entrevistas, congresos regionales del partido e incluso publicando artículos de opinión en prestigiosos diarios como el Frankfurter Allgemeine Zeitung.

“Merz no es popular. Es elocuente, sin duda, pero de forma arrogante, a diferencia de Angela Merkel”, asegura el politólogo. Aunque es muy pronto para hablar de liderazgos, Wüst está bien situado y tiene mucha visibilidad como primer ministro de un aterrizar tan poblado, añade. Si Merz no consigue cambiar la percepción de que sobrio el tienen los electores, nadie puede descartar que el block conservador envíe a la próxima lucha federal a este político, 20 años menos que el actual líder, moderado y con fama de abierto y conciliador.

Sin duda, Merz le ve como competidor. Solo así explica que intentará criticarlo en público en una entrevista en la televisión pública ZDF. Dijo, para sorpresa de muchos en su partido, que la insatisfacción con el Gobierno de Wüst «es casi tan grande como con el Gobierno federal». Se refiere a la implantación de la ultraderecha en el territorio controlado por Wüst: «Si hoy hubiera elecciones en Renania del Norte-Westfalia, AfD sería casi tan fuerte allí como una escalada nacional», añadió. El nerviosismo de Merz es comprensible si se presta atención a su biografía política. Apartado por Merkel a principios de los 2000, abandonó la política y se pasó a BlackRock, el mayor gestor de fondos del mundo, donde se hizo rico. Volvió cuando la excanciller anunció su retirada en 2018. A la tercera intentona, consiguió hacerse con la presidencia del partido. Está por ver si también cumplirá su sueño de ser candidatureo a canciller.

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