«[…] La clave aquí es sumar a todos los actores, por pequeños que sean, porque cada uno tiene su propia verdad y esta es la fundamental ”.
La pregunta es qué viene después. Los antecedentes de la marcha del pasado martes 14 de septiembre son evidentes: una reforma electoral secuestrada por un grupo de diputados de la Comisión Rectora de la Asamblea Nacional, quienes, precisamente al día siguiente de la manifestación, ejercieron una estrategia descalificante para minimizar la importancia de la vigilia, discutiendo quién la convocó. La verdad es que a la gente no le importaba quién llamaba y quién participaba.
Todos los sectores estuvieron presentes, aunque se destacó la competencia del sector económico, más como observadores que como protagonistas. Los líderes de los partidos políticos guardaron silencio, así como los sindicatos, que se limitaron a ser neutrales. Se escuchó el “Habla Pueblo, Habla”, aunque fue un tema más de forma que de contenido.
En resumen, asistieron unas tres mil personas. Habló un grupo de mujeres y un torrente de hombres. Pero al final le faltó un buen discurso. La idea era orientar, no desahogarse con el micrófono. Es urgente preparar nuevos cuadros y crear nuevos líderes. Y, por supuesto, perfeccionando el mensaje. Carecía de proyecciones escénicas, oratoria y contenido. Echamos de menos los discursos de Carlos Iván Zúñiga y Alberto Quirós Guardia durante los años 80. Para el próximo hay que buscar la participación de más jóvenes, que aún se encuentran muy cómodos en su zona de seguridad en las redes sociales.
Como dice el refrán, somos como arrieros sin pestañas. El mensaje no captó, no se emocionó y no explicó a dónde vamos. Éramos vagos en la parte logística, no había estructura ni jerarquía. Y le faltó un buen reguetón para amenizar y ganar la ocasión. Carecía de un elemento de «marketing» profundo que la gente recordara.
Pero el problema fundamental de la marcha fue que apuntó a un tema aparente como el cambio en las reformas electorales en la Asamblea y se perdió el meollo del tema, como el narcotráfico. No nos enredemos, el país está penetrado por el narcotráfico y los que todavía no lo toleran con acción y omisión.
Y es aquí donde la sociedad civil, los sindicatos, los sindicatos y los clubes cívicos, entre otros, deben dar ejemplo. Debemos poner mano fuerte y elevar el discurso a una mano más fuerte y menos tolerante. Uno que incluya la práctica de valores éticos, cívicos y morales en todos los aspectos de la vida pública y privada. En Panamá, el dinero sigue siendo blanqueado por las manos y los tentáculos del narcotráfico están cada vez más atrincherados en sectores de la economía y las instituciones públicas. Los empleados de la DEA, el FBI y el DOJ vinieron aquí para quedarse y tener sus oficinas en Amador. Si no hacemos algo heroico, Panamá se convertirá en un narcopaís o, peor aún, en un estado fallido.
El problema es muy grave y parece no haber límites. La Policía Nacional es invadida, el Ministerio Público está contagiado, los magistrados están salpicados y los puertos son una cloaca. Los medios no solo contribuyen a la narcocultura mediante la transmisión de narco-novelas, sino que también reciben información privilegiada y luego la publican para colaborar con pandillas y pandillas. Las iglesias también están embarradas y no se puede negar que algunos de sus sacerdotes y pastores reciben dinero del narcotráfico. En otras palabras, todo se nos quita y nada nos salva de este flagelo.
Entonces lo que hay que hacer. Lo primero es dejar nuestras oficinas en estado refrigerado y conocer el problema junto con todos los grupos del país. Todos, sin excluir a nadie. La agenda del país ya no puede limitarse a mejorar el grado de inversión; Debería ampliarse con más cuestiones sociales como el desempleo, el «espíritu empresarial», las oportunidades y la equidad. Sindicatos, gremios, clubes cívicos y otras instancias de la sociedad se ven obligados a escuchar a la población, realizar más audiencias y reuniones para medir percepciones y tomar la temperatura del país. Y escuchando sin filtros, hasta el punto que estoy decidido a escuchar voces como Mujica de Uruguay, Ospina de Colombia o Menchuca de Guatemala, para que nos digan y escuchen la verdad.
Es mejor vernos en el espejo de Chile y Colombia, donde las manifestaciones fueron muy agitadas, que vivir el dicho «estos polvos traen estos lodos». Por eso, debemos anticiparnos y comenzar a ver el mapa completo, el país profundo del que hablaron Carlos Iván Zúñiga y Chinchorro Carles. Porque si no, el problema estallará con fuerza y ante nuestros ojos.
El mensaje de la marcha del pasado martes es que debemos empezar a escuchar todo el espectro de opiniones. Tomemos el ejemplo de una mujer joven en pijama que rechazó la minería y dirigió su propio cartel. Nadie habló de eso, pero en el fondo la minería es otro tema del que hay que hablar. Porque lo fundamental aquí es sumar todos los actores, por pequeños que sean, porque cada uno tiene su propia verdad y eso es lo fundamental.
Hombre de negocios