UCM descubre cómo las bacterias se defienden de terapias

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La capacidad de las bacterias para resistir a los antibióticos se presenta como uno de los mayores riesgos para la sanidad pública en el futuro cercano. Los especialistas alertan sobre las preocupantes estadísticas y el impacto de no tomar medidas a tiempo. Esta situación no solo perjudica a quienes reciben tratamiento, sino también a los sistemas sanitarios, la agricultura y el entorno natural.

La expansión de un peligro mundial

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la resistencia a los antibióticos podría ser la causa de muerte más significativa para el año 2050, superando a enfermedades como el cáncer y las condiciones del corazón. Se calcula que en ese momento, alrededor de 10 millones de personas podrían fallecer cada año debido a infecciones que no reaccionan a los antibióticos existentes. Este desafío se debe a la habilidad de las bacterias para ajustarse y hacerse resistentes a los tratamientos actuales, lo cual reduce las alternativas terapéuticas y eleva el riesgo de complicaciones y muertes.

Causas principales de la resistencia bacteriana

  1. Uso inadecuado de antibióticos: Una de las principales razones es el uso excesivo e innecesario de antibióticos. En muchos casos, se prescriben para tratar infecciones virales, donde no tienen efecto, o se utilizan de forma desproporcionada ante infecciones bacterianas menores.
  2. Automedicación: En países como México, la automedicación es un problema generalizado. Muchas personas obtienen antibióticos sin receta médica, lo que contribuye a su uso inadecuado y al desarrollo de resistencia en las bacterias.
  3. Tratamientos incompletos: Interrumpir un tratamiento antibiótico antes del tiempo recomendado permite que algunas bacterias sobrevivan y desarrollen mecanismos de resistencia, que luego pueden compartir con otras bacterias.
  4. Contaminación ambiental: El impacto ambiental también juega un papel importante. Los residuos industriales de empresas farmacéuticas, al contaminar fuentes de agua, introducen antibióticos en el ciclo alimenticio humano a través del riego de cultivos y el consumo de carne de animales tratados con estos medicamentos.

Consecuencias y desafíos futuros

La resistencia de las bacterias no solo eleva las tasas de mortalidad, sino que también supone un gran impacto económico para los sistemas sanitarios debido a la prolongación de las hospitalizaciones y al encarecimiento de los tratamientos. Asimismo, reduce las alternativas terapéuticas disponibles, incrementando el peligro en procedimientos médicos habituales, como las operaciones quirúrgicas y los tratamientos de quimioterapia, por el creciente riesgo de infecciones resistentes.

La escasez de antibióticos nuevos en etapa de desarrollo empeora el panorama. La investigación y el proceso de aprobación para nuevos fármacos son extensos y caros, y muchas empresas farmacéuticas han disminuido sus inversiones en esta área por la falta de ganancias.

Acciones para enfrentar la resistencia a los antibióticos

Para abordar este desafío, es fundamental poner en marcha tácticas tanto a nivel mundial como local:

  • Educación y concienciación: Informar a la población sobre el uso adecuado de antibióticos y los riesgos de la automedicación.
  • Regulación estricta: Controlar la venta de antibióticos y asegurar que solo se dispensen con receta médica.
  • Vigilancia y monitoreo: Establecer sistemas de seguimiento de la resistencia bacteriana para identificar y responder rápidamente a brotes.
  • Inversión en investigación: Fomentar el desarrollo de nuevos antibióticos y alternativas terapéuticas mediante incentivos y financiamiento adecuado.
  • Prácticas agrícolas responsables: Reducir el uso de antibióticos en la ganadería y promover prácticas sostenibles para minimizar la propagación de bacterias resistentes.

La resistencia bacteriana es una amenaza real y creciente que requiere una respuesta coordinada y urgente. Solo mediante la colaboración entre gobiernos, instituciones de salud, la industria farmacéutica y la sociedad en general se podrá mitigar este desafío y proteger la salud pública en las próximas décadas.

Por Raymi Casanova

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