Jue. Dic 5th, 2024
Computadoras que deciden

“La tecnología nos presenta nuevos desafíos que surgen de viejos desafíos. La búsqueda de la justicia y la dificultad para lograrla es algo que siempre ha existido y que existe hoy ”.

El creciente uso de las computadoras permite, entre otras cosas, ayudar en la toma de decisiones que tienen cierta importancia para la vida de las personas.

Pensemos en algo tan sencillo como conceder o no un préstamo. Anteriormente en el banco, la decisión la tomaban personas concretas que, según mejor o peor criterio, daban el préstamo a uno y negaban al otro.

Con el desarrollo de la tecnología de la información, en relación a lo que algunos llaman “inteligencia artificial”, un banco puede “delegar” la decisión de otorgar (o no) el préstamo a un programa que recolecta y elabora todos los datos de la persona que lo solicita .

Por supuesto, como es fácil de adivinar, el programa expresa su preferencia por ceder el préstamo a una persona y denegarlo a otra según parámetros que vienen de los programadores o, en situaciones más sofisticadas, a una especie de autoprogramación que, en cualquier caso, también depende de los programadores.

Aquí surgen una serie de preguntas: ¿Es correcto delegar en una máquina la decisión de otorgar el préstamo o no? ¿Cómo juzgar los criterios de los programas utilizados para este fin? ¿Hay posibilidades de contradecir el «resultado» de lo que dice la computadora?

No es fácil responder, especialmente cuando nos damos cuenta de que está en juego el destino de ciertas personas. Ciertamente, en el sistema «tradicional», el prestatario puede cometer un error o ser impulsado por preferencias, gustos o disgustos. Pero dejar todo en manos de la computadora no está exento de preocupaciones.

En estos números, como en tantos otros, es necesario afirmar que lo importante es buscar lo realmente justo, que será básicamente lo que ayudará a quienes más lo necesitan y de acuerdo con las posibilidades concretas de conseguirlo. buen resultado y útil para estas personas.

Si la máquina le ayuda a encontrar lo que es más justo, se agradecerá su ayuda. Si, por el contrario, se convierte en una excusa y una fachada para discriminar a los más débiles y favorecer a los que ya tienen mejores posibilidades, la máquina se convertiría en una aliada de la injusticia.

La tecnología nos presenta nuevos desafíos que surgen de viejos desafíos. La búsqueda de la justicia y la dificultad para lograrla es algo que siempre ha existido, y que también existe hoy.

Por tanto, no basta con recurrir a ordenadores en los que se delega todo el peso de las decisiones, ni sería correcto pedir disculpas en la respuesta que dan estos instrumentos como si fuera algo irrevocable y automáticamente justo.

Porque hoy, como siempre, las personas son las que tienen la última palabra a la hora de tomar decisiones. Algunos irán en contra de lo que dice la «inteligencia artificial», en otros momentos estarán de acuerdo.

Lo que no puede faltar nunca para elegir entre varias opciones es recurrir al único criterio de referencia correcto: ¿quién sería la persona más débil y necesitada a la que ahora debería prestarse esta ayuda concreta?

Sacerdote y filósofo.